miércoles, 2 de junio de 2010

Puertas

… Era una habitación con puertas de todos los tamaños, materiales y estilos imaginados. Había una de pasto, de ella asomaba una oveja que masticaba su borde; otra de cristal en la que se deslizaba la lluvia formando pequeños ríos y afluentes. Había puertas de hierro, cartón, chapa, flores, tijeras y hasta una hecha con los engranajes de varios relojes, que si daba vuelta la llave un cu cu salía de la mirilla al grito enloquecedor de ¡No hay nadie! ¡No hay nadie!. Eran muchas, sin embargo, una llamó mi atención de forma poderosa, la puerta de barquillo.
Recordé mis días de playa, cuando un hombre vestido de blanco con un tambor timbero, de lata despintada, giraba la suerte de los trozos de masa en una ruleta tan inestable como improvisada. Y allí estaba él!, detrás de esa puerta estaba él!, con su mirada me invitó a dar una vuelta a la ruleta del tambor timbero, sin decir una palabra. Cerré los ojos, y escuché el mar y el bullicio de la playa, tanteando empujé la flecha de hojalata….Cuando abrí los ojos, la puta flecha decía No ganaste nada! El hombre se reía. Y yo salí, con la cabeza gacha.

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